El Escribidor de este BLOG
Escrito por cavilaciones el 1 mayo, 2016SEMBLANZA DEL ESCRIBIDOR
Tepoztlán, Mor., 1 de mayo de 2011 y 1 de mayo de 2016
Yo, que escribo esta pequeña historia y “Cavilaciones y Desvaríos” no soy ningún caso, me considero un tipo común y corriente que anda siempre en busca de algo que hacer. Mi mujer, a la que amo de siempre, dice que tengo el trasero lleno de hormigas. Soy un lector insaciable. Me despacho todo lo que cae en mis manos y siempre tengo algo que decir. Tengo visión periférica, soy todólogo, soy necio y testarudo hasta que logro lo que quiero y muchas veces hasta lo que no quiero llevándome severos descolones y machucones del orgullo. Me gustó y me gusta navegar por la libre, “freelance” dicen ahora, bandeando entre mares borrascosos y placidas lagunas.
Muchas veces me han dicho que estoy medio loco, esto no es cierto. Lo cierto es que me gusta planear como zopilote: flotando y dando vueltas sobre algo hasta que lo agarro; y cuando lo agarro lo desplumo hasta encontrar algo sustancioso. Estoy convencido que platicar con la gente es fácil, solo hay que empezar por esa punta de la hebra, el ser humano trae muchas colgando en sus semblantes y expresiones, que es muy larga, hace madeja y siempre desemboca en un sabroso rollo digno de cocinarse en blanco y negro.
Cuando me vi en la necesidad de escribir mi propia semblanza para exponerla en este BLOG la pura verdad es que no sabía dónde meterme para encontrar algo atractivo, diferente a una serie de datos biográficos que al fin de cuentas resultan aburridísimos.
Pero por ahí me convencieron de que es bueno poner esos datos para que los probables lectores sepan la clase de alimaña con la que se van a encontrar y que de entrada se decidan si leen mis atrocidades o se retiran muertos de la risa al enterarse de lo que dicen mis escritos o, aleluya de los aleluyas, se despachan todo el artículo y hasta lo recomiendan.
A todos sin distinción mis más profundas gracias por tomarse, aunque sea, la mínima molestia para atender las locuras de su exaltado y humilde amigo de los amigos.
Vaya pues el rollo bibliográfico.
Estoy ya algo más allá de los setenta gloriosos años y la neta es que los he aprovechado muy bien, diría, de maravilla.
Nací en el pueblo de Mixcoac en la casa de mis abuelos maternos y viví ahí hasta que terminé la carrera de arquitectura. Salí de esa querida casa por última vez, debidamente trajeado, hacia la iglesia para matrimoniarme. Al siguiente año, ya con bebe en camino, obtuve mi título de Arquitecto con el derecho de que mi tesis fuera publicada —la neta que no sé dónde diantres fue publicada—.
Tengo cuatro esplendidos hijos, dos del amor y dos por elección filial, yerno y nuera. Ellos han llenado mis expectativas con generosidad. Los cuatro nietos solo con mencionarlos lo dicen todo. Tengo amigos muy cercanos, pocos; amigos, muchos; amigos de lejos, todos.
Los hijos se casan y llegan los nietos. Además de este vicio tengo el de viajar por donde caiga y el de la lectura que me absorbe el seso, de libros, de revistas, de periódicos, de lo que sea. Además en mis trabajos siempre ha habido la necesidad de exponer en blanco y negro lo que en los planos se hablaba con rayas. Y más tarde para el control de plagas también desarrollé un sinnúmero de escritos
En todas mis construcciones sembré árboles, pero los que más aprecio son los de esta casa en la cual vivo desde hace quince años. Me gusta viajar y cuando se presenta la oportunidad arremeto sin piedad arrastrando a quien se deja. Correr fue otro de mis vicios, muchas rutas de 10 km, en cincuenta minutos casi todas, y tres medios maratones; actualmente la caminata diaria, mi otra mitad y yo, de una hora, no nos la perdonamos.
Nunca he escrito un libro sin embargo he escrito mucho sobre acontecimientos nacidos de los recuerdos familiares que la nostalgia nos trae a la memoria—que según van pasando los años cada día son más y muy insolentes— hasta comentarios sobre historia entremezclados con algo de la vida y de política del diario acontecer. También alguno que otro comentario sobre algún artículo periodístico; uno que otro publicado por ahí en algún rincón muy discreto.
Como se darán cuenta, escribir algo, lo que sea, siempre ha sido un gusanito que me mueve los sesos, y a partir de 1996 cuando me integré a la computación todo lo vertí en mi computadora. Mucho tenía yo almacenado en ese artefacto cuando de una tormenta eléctrica surgió el rayo que nos electrizó y nos puso los pelos de punta y de paso quemó la tele, el refri y, desgracia de desgracias, el disco duro de la PC. Así se aprende lo que es y representa un respaldo.
Mi primaria, por razones familiares, la hice a salto de mata entre el Kinder Garten Castañeda (así se llamaba) en Mixcoac, la primaria en la Escuela Gordon allá en Tacubaya y en la República de Paraguay de vuelta en Mixcoac.
En 1953 el cometa-padre, que se nos aparecía cada día de san Juan, decidió usar sus influencias para que me recibieran en el Colegio Alemán. Lo hicieron con la condición de que repitiera el tercer año de primaria. No puedo negar que lo que ahí recibí, educación, preparación y disciplina, fue para bien.
Sin embargo, salí huyendo cuando terminé la secundaria, ya estaba harto de la disciplina germana que se acentuaba en la prepa. La UNAM fue mi albergue preparatoriano, allá en Villa Coapa, en la famosa Prepa Cinco que se vanagloriaba de recibir a los alumnos que no tenían cabida en otras prepas por equis o zeta razones. Mi paso por el Colegio Alemán se reflejó en mi historial académico al grado de recibir una carta de felicitación de la dirección en mi casa. No cabía en mí de orgullo. En la ENA (Escuela Nacional de Arquitectura, UNAM) me fue igual de bien, me tomó justo los cinco años para hacer la carrera de Arquitecto.
En tercer año de secundaria y en prepa daba clases particulares de matemáticas y física a los alumnos que se les atragantaban estas asignaturas y dibujaba planos en un despacho de ingenieros civiles; sacaba buena lanita. En los primeros años de la carrera trabajé de dibujante y proyectista (se me daba el proyecto y el cálculo) en varios despachos de arquitectos. En cuarto y quinto año distribuía mis días entre la escuela y el trabajo —en ALEN, empresa de ingeniería y diseño industrial, tenía a mi cargo el departamento de arquitectura— y cerraba con visita y cena noviera en casa de la que es mi otra mitad. La noche y parte de la madrugada la dedicaba estudiar y a los trabajos de anteproyectos y proyectos escolares. El día empezaba a las seis de la mañana para poder estar en la escuela a las siete. Hasta quinto año—mi futura otra mitad y yo juntamos los ahorros— nos compramos un Vocho carcachón. Antes todo era en camioncito de ruta o en tranvía; cuando había lana nos dábamos el lujo de un taxi.
Presenté mi último examen, el de cálculo, el 18 de noviembre de 1966 y al día siguiente nos casamos. Al siguiente año por un giro de especialidad de ALEN me dejaron sin trabajo. El aviso me llegó cuando estaba desarrollando mi tesis en una encerrona de 35 días en la ENA y con un bebe a medio camino. El ramalazo fue de terror. Pero los sinodales y el director de mi tesis me dieron la consigna para que, a nombre de todos los pasantes de ese ciclo (cerca de 90), presidiera la ceremonia, en el auditorio de la ENA lleno a reventar de invitados, del fin de nuestro ciclo académico. Con el título profesional en la mano salí de ahí con una oferta de trabajo para dos años.
El resto de mi vida profesional como arquitecto, al principio con cinco años en Durango, me dediqué a trabajar por mi cuenta en proyectos y construcciones. Además de Durango, Zacatecas, Puebla, Acapulco, Taxco, Mazatlán, Distrito Federal, Cuernavaca, Guatemala y Perú recibieron un granito de mi profesión de arquitecto.
Las fluctuaciones tan drásticas entre tener mucha chamba o palidecer buscándola más la demanda que la vida casera y dos hijos escolares imponía me orillaron a buscar otra fuente de ingresos. Surgió una oportunidad de aprender sobre el negocio de control de plagas e iniciar una empresa en ese ramo. Al principio fue fácil combinar la actividad de arquitecto con la de empresario plaguero. Pero al que dos amos sirve con alguno queda mal. En la época del temblor del 85 cuando la chamba profesional escaseaba y las plagas abundaban me dediqué de lleno al negocio de controlador de plagas, ramo en que todavía me defiendo.
Como se darán cuenta la vida me ha dado todo, no le debo nada a la vida y seguro todavía haremos muchos intercambios.
Así de fácil ¿a poco no?
Eduardo
Eduardo J Gama Barletti