42 ¡Medir el Tiempo, fascinación y empeño del Hombre!

Escrito por cavilaciones el 6 enero, 2013

1 de enero de 2013

¡Medir el Tiempo, fascinación y empeño del Hombre!

CALENDARIO GREGORIANO CLAVIUSMedir el tiempo, los días y las horas, los meses y las estaciones, los años y los siglos y hasta los miles de años, más que una obsesión fue una necesidad básica del ser humano. Estar seguro que volvería a salir el sol, saber en qué época estaban solo para sobrevivir la siguiente temporada era indispensable. La maravilla del sol con sus apariciones diarias y la de la luna compitiendo con el sol por su propio espacio; las estrellas titilando en el fondo del universo y la exactitud de sus apariciones solo se debían a las leyes universales que lo rigen, ¿y por qué no?, a la magia de los dioses, sus dioses. Los mayas fueron grandes interpretadores de este movimiento universal y sus calendarios lo demuestran. Y ya pasaron las fechas que les endilgaron como su augurio del fin del mundo, pero pasó el 21 y el 22 y el 23 de diciembre de 2012 y no pasó nada, ¡nada de nada!

¿Qué estarán pensando todos los catastrofistas que pagaron al listo que vio negocio para tratar de salvarse dentro de un bunker bien abastecido de agua y alimentos para varios meses; o esos que compraron artefactos diseñados por otro listo que los ofreció como protección eficaz para cualquier cataclismo, o esas sectas prolíficas que hay alrededor del mundo que se la pasaron invocando a quien sabe quién y algunas que hasta suicidios masivos tenían planeados y que la oportuna intervención de las autoridades impidieron; ninguna gratificación por sus esfuerzos, ni un terremoto en Japón, ni en Turquía, ni en Italia ni en México; algún tsunami o maremoto en las costas filipinas o tailandesas; la explosión de un volcancito con todo su ruido y su lava y las cenizas cayendo por todo el mundo; o un meteorito de esos que deambulan por millones por todo el universo que tuviera en su ruta como parada final el planetita tierra? No creo que estén pensando agradecidos de que no haya pasado nada, han de estar furiosos y reclamando: “¡Caray! Nada de nada, que gacho nos fallaron los condenados mayas”.

Bueno, sí pasó, se confirmó que los cálculos mayas no eran una predicción, se confirmó que solo se trataba de un calendario en el cual esa fecha marcaba la coincidencia de los dos calendarios mayas en los que el día (k’in) es su común denominador. El primero (tzolk’iin) tiene 260 k’in (días) dividido en 13 partes de 20 días cada uno. Y el solar (haab’) con 18 “meses” de 20 días para dar 360 al cual le agregaban 5 días para igualar al ciclo solar, como verán nada distraídos estos señores. De alguna manera tenían que hacer coincidir los dos calendarios y crean la Rueda de Calendario de 52 años de 365 días y que también es un múltiplo de 260 días. Pero no terminan aquí. Tenían también la Cuenta Larga que parte de un día específico y único: 13.0.0.0.0 ó 4 Ajaw 8 Kumk’u (en español: 13 de agosto de 3114 a.C.) y que a partir de ese momento cuenta los días. En la Estela 6 hallada en el sitio arqueológico de Tortuguero, en Tabasco, se encontró la fecha de 23 de diciembre en la que la Cuenta Larga llega a su fin: 13.0.0.0.0 ó 4 Ajaw 3 Kank’in. Para ellos no es más que el final de una cuenta y para nosotros debe ser el inicio de otro ciclo idéntico que terminará más o menos dentro de 1,870 000 días. Ya llevamos 10 y contando.

El número exacto lo calcularon los número-logos de alta escuela y seguro al hacer el recuento de los días de este primer ciclo maya tomaron en cuenta los años bisiestos y los diez días que se comió Gregorio XIII en el siglo XVI cuando sustituyó el calendario juliano (Julio César lo instauró en 46 a.C.) por el europeo.

El italiano Ugo Buoncompagni nació en 1502. Se matriculó en la universidad de Bolonia como Doctor en derecho y ahí mismo ejerció como profesor hasta que en 1539 el Cardenal Parisio lo invita a Roma para hacer carrera eclesiástica. Se ordena como sacerdote en 1546 y el Papa Pablo III lo nombra juez de la ciudad. Ese mismo año asiste al Concilio de Trento como auditor con la representación del Papa Pio IV. Estuvo en él hasta su clausura. Este Concilio se realizó en forma intermitente, 25 reuniones, entre 1545 y 1563. Parece ser que ahí se retomó, entre otras muchas discrepancias, lo del festejo del día de Pascua y se encontraron que la fecha ya se había desfasado 10-11 días desde el Concilio de Nicea, (mayo a julio de 325 d.C.) donde se acordó que el festejo del día de Pascua cristiana fuera el primer domingo después del equinoccio de la Primavera. Error que había necesidad de corregir.

A Ugo le asignan otra actividad, ahora en España donde radica de 1564 a 1566 y hace buena amistad con el rey Felipe II. Además él como hombre de estudios y altamente preparado seguro contactó a la flor y nata de los sabios españoles y de otros europeos que tenían el campus de la Universidad de Salamanca como su fuente de riqueza cultural.

Por esa época andaba rondando un alemán, otro jesuita con el que también tuvo contacto, por los terrenos de la universidad portuguesa de Coímbra tan calificada como la de Salamanca: Christoph Klau o Christopher Clavius (1538-1612). Extraordinario matemático y astrónomo que se enriqueció con los conocimientos de otro famoso matemático: Pedro Nunes (Pietro Nonius). Algunos de estos matemáticos residentes en esta Universidad estaban realizando novedosos estudios y cálculos sobre la modificación del calendario. Para un estudioso como era Ugo estas inquietudes no podían pasar desapercibidas. En la nómina de notables profesores de la Universidad también estaba Pedro Chacón (matemático y teólogo). Clavius, jesuita a partir de 1555, se traslada al Colegio Romano para estudiar teología y terminará ahí su vida impartiendo clases de matemática.

Ugo termina su periplo y regresa a Roma. En 1565 el Papa Pio IV lo nombra Cardenal de San Sixto y con Pio V es Secretario de Breves. En 1572 Pio V pasa a mejor vida y Ugo se convierte en Papa Gregorio XIII. Al Colegio Cardenalicio le pesó la influencia del rey español, Felipe II, que hizo caer la balanza a favor de su amigo.

Gregorio XIII ya papa (1572-1585) invita a Pedro Chacón a Roma para que con Christopher Clavius, llamado expresamente por el papa, para que ambos profundicen en los estudios de un calendario que diera fecha fija a todas las festividades religiosas y evitar los engorrosos desplazamientos que la inexactitud del juliano obligaba.

Este par de cerebritos dilucidaron el nuevo calendario partiendo del cálculo de 365.242189 días por año (igual a 365 días+5 horas +48 minutos +45.26 segundos) y no de 365.25 (igual a 365 días +59 minutos+60 segundos) lo que da una diferencia de 11 minutos y 15 segundos entre los dos números. Pequeñez de poco más de 11 minutos adicionales cada año que acumulada termina por desfasar las fechas del equinoccio de primavera 10 días, del 21 de marzo de 325 d.C. (Concilio de Nicea) al 11 de marzo de 1582 d.C. (Concilio de Trento). Primer paso: rectificar este corrimiento de fechas. Segundo paso: ajuste de los años bisiestos para que cayeran cada 4 años menos en los terminados en doble cero y que no fueran divisibles entre 400 y así evitar otro cambio; ¿lo entienden? Yo más o menos pero hasta la fecha funciona y ni quien chiste.

Ya estudiado, revisado y aprobado, Gregorio XIII decide implantarlo aun contra la opinión de varios científicos e intelectuales de la época que ya veían sus conceptos de toda la vida desmoronados por el robo de diez días, otros se desgarraron las vestiduras y seguro habría quien veía llegar el fin del mundo, todo parecía una conspiración papal. ¿Se acuerdan del rollo que por varios años se soltó en México por el cambio de horario de verano? Más de lo mismo, la misma clase de conspiradores que se cuelgan para sacar raja a su favor.

Me imagino el desconcierto y las crisis que esta modificación representó para todos los habitantes del mundo católico europeo, en el hacer de la vida diaria, en las transacciones económicas y en quien sabe que más. Pero aun así, sin repelar y de inmediato adoptaron el Calendario Gregoriano. Los protestantes y los ortodoxos se opusieron, Inglaterra se tardó dos siglos en integrarse de lleno al nuevo calendario. Actualmente el Calendario Europeo impera en todo el mundo con algunas excepciones. Algunas iglesias ortodoxas siguen usando el calendario juliano.

El Papa los mando por un tubo y ya rebasadas las protestas por ordenes de Gregorio, él y todos sus feligreses en octubre de 1582 se fueron a dormir el miércoles 4 y despertaron el jueves 15, quitándole de sopetón 11 (¡once!) días al calendario. Y a partir de 1583 el uno de enero se celebraría como el primer día del año: ¡El Año Nuevo!

Hasta la fecha el mitote del conteo de los últimos diez segundos de vida del año viejo para darle la bienvenida al año nuevo es toda una celebración con copas de lo que se tenga a la mano; intercambio sinfín de parabienes y buenos deseos para todos sin distinción, abrazos y besos, sonrisas y carcajadas, y el espíritu abierto y lleno de buenas intenciones para los próximos 365 días, es todo un acontecimiento.

Espero de todo corazón que todos, Amigos y Amigas de los Amigos, no sean la excepción de esta regla universal. Un abrazo cordial y mis mejores deseos para todos ustedes.

Lo que les cuento es el resultado de hurgar por todos lados, montón de páginas Web, libros y revistas, y en el arcón de la flaca memoria de este escribidor, después armar un escrito agradable y digerible que deje por lo menos buen sabor y a lo mejor ganas de buscar más información. De cualquier manera todo lo que aquí expreso es por mí cuenta y responsabilidad y lo pongo a su disposición para que lo hagan trizas. También saben que sus comentarios siempre serán bienvenidos.

Así de simple, ¿o no?

Eduardo

Eduardo Gama Barletti

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