¡El Prólogo o la Justificación! Tú dirás.

Escrito por cavilaciones el 7 mayo, 2010

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¡Hola Amigos,
estoy de fin de Semana!

Y estoy aprovechando la vida tal como me llega. Sumido en un camastro en el portal de mi casa observando a los pájaros que mustiamente se meten al plato de la fuente para darse un remojón refrescante, que envidia.

Hace rato las lagartijas —que por acá tienen tamaños de iguana, algunas con los bellos colores de ellas— se aplatanan en los cuarterones de barro del piso de la terraza para llenarse de sol y haciendo su interminable ejercicio, alguna que otra voltea para ver inquisidoramente al sonso que las observa.

Una solitaria ardilla hace su esporádica aparición allá en el fondo bajando de los árboles para tomar agua de un bebedero que puse para ese propósito y sin miedo al enjambre de abejas y avispas que ahí pululan, también en busca de agua, se echa un sorbo.

Como verán el calor está de infierno y que mejor —a las 2 de la tarde fui conminado por mi otra mitad a retirarme del teclado de la laptop, estoy escribiendo este artículo— que preparar un par de vodkas con agua quina en vasos llenos de hielo, como raspado, sin olvidar la rebanada de limón. Las refrescantes bebidas acompañadas con un plato de piña y jícama, aderezadas con chilito piquín y un poco de cacahuates, es el complemento ideal para pasar un buen rato antes de la comida.

Aprovechamos mi otra mitad y yo para leer el periódico e ir comentando lo lamentable que es tratar de encontrar algo que no sean noticias rojas de todos los niveles. Con papel y pluma a la mano escribo esas ideas mágicas que de repente se aparecen y si no las apuntas en ese momento, esfuerzo nulo del subconsciente, como si no hubiera pasado nada y me quedo en blanco.

Comer es un deleite sobre todo cuando planeas lo que vas a improvisar. Con algo de aquí o de allá, en el refri y en la despensa siempre hay algo para echarle el ojo y manos a la obra; nos salen cosas deliciosas, eso creemos. Y si no, no importa, de cualquier manera, hay que comer haya lo que haya. Me gusta la cocina, como “hobby” de fin de semana y cualquier otro día que se presente la oportunidad, no saben cómo disfruto hacerlo y comerlo acompañado con una copa de vino Malbec o Merlot ya sea mexicano, chileno o argentino, bueno cualquiera de ellos y para el gusto de todos. Hay que aprovechar porque mañana por la tarde regresaremos al DF mi pareja y yo para reintegrarnos a nuestras labores tradicionales: trabajar y…

Además, déjenme contarles que en una tarde como esta en la que mis hormigas anímicas me traen medio loco de remate, mi otra mitad me dice que loco completo, ni modo soy lo que le toco y ya muy tarde para cambiarme.

Estando en plena efervescencia y soñando con un libro que recopile todas mis ocurrencias —casi todas ellas están publicadas en mi blog: Cavilaciones y Desvaríos— me hago la ilusión de que alguien en cualquier momento lo descubra y dedique un rato a leer mis truculentos escritos. Y también, por qué no, para que mis nietos en algún momento en el futuro sepan la clase de abuelo que tuvieron.

De que ese alguien exista en esta época de internet, lo dudo. Nadie tiene tiempo para leer algo con calma pues la premura de sus demandas los obliga a seguir picando teclas tras nuevas búsquedas, de esas que a cada uno de nosotros nos puede volver locos. Queremos que se nos resuelva alguna duda o problema que tenemos, a veces termina metiéndonos hasta las narices en algo que sólo representa la punta de un iceberg del saber, de todo, de la historia y de un mundo de personas que tienen algo que contar o preguntar. Hemos de encontrar los acontecimientos del día y hasta del minuto que acaba de pasar. En cuanto empiezas es cuestión de decidir hasta donde llegar en tu búsqueda pues puedes llegar a un laberinto sin fin. Descubrimos el tamaño de nuestra ignorancia. Para volverse loco, ¿a poco no?

De cualquier manera, me espera un libro que editar con todas mis ocurrencias, me llevará un buen rato tenerlo listo y a lo mejor imprimir unos cuantos volúmenes sólo para satisfacer mi exaltado ego y aprovechar el tiempo que a mi edad ya me sobra y no quiero morir de aburrimiento. No creo que pueda encontrar algo mejor para que Heimer y Alz se retiren.

Y les digo que al fin de cuentas le puse patas al dichoso sueño y lo que aquí encontraras es resultado de esa efervescencia y de lo recopilado de 2010 para acá; lo de los años anteriores se lo llevó la c…orriente eléctrica de un rayo, de los muchos que nos caen en temporada de lluvias en esta zona —súmenle las desquiciantes y condenadas fluctuaciones de la energía eléctrica con que contamos—. El condenado meteoro eléctrico tuvo a bien caer sobre mi casa y meterse por las líneas de electricidad y de teléfono para manifestar su intromisión en chasquidos y relumbrones en los aparatos eléctricos sobre todo los electrónicos haciendo trizas los circuitos del alma que les da vida y de la memoria que hemos depositado en los discos duros. ¡Ya lo sé!: ¿y el regulador? ¡Ya lo compré! No me agarrarán desprevenido otra vez; además que en cuanto sentimos la proximidad de aguaceros descomunales acompañados de “relámpagos y centellas” desconectamos todo lo que sea sensible a los toques de alta intensidad

El resultado de mis sueños y desvelos es el libro que arranca a continuación. Estoy seguro que no es un libro para que te enganches, se trata de una serie de relatos y vivencias; de una serie de acontecimientos ligados con el presente y mezclado con algo de historia, más que para ilustrarte para darte la oportunidad de distraerte de ese algo que te esté sacando de onda o para que le eches tijeretazo a lo que estés leyendo y sonrías con agrado ya sea porque te guste o de conmiseración para el atrevido escribidor.

Además, tendrás la oportunidad de escoger el capítulo que te dé la gana. Busca en el índice un título que te llame y despáchatelo, tendrás tela de donde cortar, para bien o para mal. Ya te estarás dando cuenta de la clase de amigo loco que está atrás de todo esto. Para lo demás hay tiempo de sobra, ese tiempo que nos sobra, aunque poco a poco se nos esté yendo de las manos, pero con el sentimiento de que estamos en lo que nos gusta, eso nos importa poco.

¡¿A poco no?!

Eduardo

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