5 ¡Bicentenario Histórico!

Escrito por cavilaciones el 8 agosto, 2010

5 agosto de 2010

Somos un pueblo cuetero (cohetero de acuerdo con la Real Academia de la lengua Española). Ni duda cabe. Hoy me lo confirmó nuestro ilustre Secretario De Educación Pública, el maestro Alonso Lujambio. En entrevista telefónica con Pedro Ferriz de Con para no decirle Ferriz jr., hijo de aquel venerable Don Pedro Ferriz que amenizó programas de la naciente televisión mexicana por allá de los cincuentas, expuso el extraordinario programa para los festejos del tantas veces mencionado Bicentenario que nuestro país está por celebrar como la máxima manifestación del ser mexicano, de los logros que después de dos luchas fratricidas alcanzamos como pueblo en desarrollo, ese que todos nosotros representamos. A mí que me excluyan de esta calidad de mexicano. Y creo que muchos pensarán lo mismo. A ver si no.

Dejen que les cuente algo que seguramente ya leyeron u oyeron por ahí, siempre y cuando sean asiduos asistentes de los cultísimos programas que la radio y la televisión mexicana nos endilgan a diario y a todas horas del día. O de algún periódico, que pienso que no todos rayan el nivel de borreguísmo con el que nos tratan los otros medios, los radio visuales.

La máxima expresión de nuestro nacionalismo mexicano nació en la guerra de independencia, hace doscientos años, en esa que rompimos toda nuestra relación mestiza con los gachupines que durante algo más de trescientos años dominaron y formaron parte de este país y que se encamaron por años con cualquiera sin distingo de raza o color dando raíces a mucho de lo que actualmente somos. O esa revolución de hace cien años, la primera revolución social del siglo pasado, que dicen los textos oficiales que fue cruenta y sanguinaria, seguramente para exaltar la tragedia que se vivió en esos años revolucionarios, con la que rompimos la explotación hacendaria que el gobierno porfirista nos impuso por más de treinta años. Todo esto sin importar los logros progresistas que se hayan alcanzado. Flaca y fraudulenta memoria de los textos oficiales que de tanto restregárnoslos por años los creemos a ojos cerrados. Son tan gruesas y espesas cataratas que nos implantaron que no hay oftalmólogo que nos las pueda operar. Es más, estamos tan tranquilos creyendo esa versión oficial de aquellos tiempos que nos cuesta trabajo dudar de ella y nuestra conciencia se queda tranquila. Como si estuviéramos en un sueño placentero y no quisiéramos despertar.

Resulta que todo esto no alcanza, ni aún en las versiones oficiales, más que para un desfile que veremos el siguiente quince de septiembre, diseñado por el creador de la presentación de los juegos olímpicos de Beijing, con carros alegóricos al mejor estilo californiano, el tazón de las rosas de cada fin de año, aderezado con grandes conciertos, extraordinarios según la versión lujambiesca de hoy en la mañana, y para no parecer un carnaval de Río de Janeiro con orquestas, no alcance a entender que nivel instrumental iban a tener. Y por la noche no lo van a creer, apegándonos a la ya centenaria tradición de nuestro cuetero país, una maravillosa, esplendorosa, magistral, una gala de fuegos pirotécnicos, usando la más avanzada tecnología en su creación y explosión sulfurosa, a niveles del primer mundo, y todavía más, en ningún lugar del mundo se ha visto antes algo parecido. Bueno, eso dicen sus promotores.

Todo esto sucederá a lo largo del Paseo de la Reforma desde la glorieta de La Diana y por avenida Juárez y Madero hasta el Zócalo, esa hermosa plaza capitalina centro neurálgico de nuestras emociones patrióticas y de los mas truculentos plantones. Para rematar con el grito de la independencia dado por el presidente Calderón a las once de la noche. También tendremos proyecciones de algunos capítulos históricos sobre las fachadas de los edificios que rodean la plaza y transmitiendo el espectáculo a través de pantallas gigantes distribuidas por varias plazas de la ciudad capital para que todo aquel citadino que quiera serenarse sin ir al Zócalo y pasar un buen rato elotero y chicharronero y taquero al son de las cornetas de cartón, ojala no sean vuvuzelas mundialistas, espanta-suegras y el ondear de un sinnúmero de banderas mexicanas de variados tamaños, espero no sean importadas de China, y terminar medio sordos, ahumados y con la garganta hecha pedazos de tanto vitorear. Seguramente estos puestos y la enorme variedad de fritangas de nuestra cocina callejera harán acto de presencia gracias a la visión de comerciante informal de la raza.

Admiro al secretario Lujambio que aceptó la encomienda de organizar estos festejos bicentenarios al cuarto para las doce usando la magra herencia que le dejaron otros cuatro directores de la comisión para la organización de esta singular fiesta. En 2006 don Fox nombró a Cuau Cárdenas para presidirla. No tardó más que seis meses en descubrir que el nombramiento encerraba oscuras motivaciones para quemarlo a él y a la izquierda ya de por sí muy lastimada con la deplorable carrera del Peje hacia la presidencia. Más vale aquí corrió que aquí murió e hizo su tan conocido acto de magia, desaparecer sin que nadie se dé por enterado y la verdad sin que a nadie le importe.

Los otros dos parece que solo se dedicaron a engordar al tigre enjaulado pero llegó con Calderón un entrañable amigo, de él, con un plan de características adecuadas para una magnifica fiesta nacional. El susodicho amigo, José Manuel Villalpando, demostró, a pesar de tener un buen plan, ser un pésimo planeador y organizador, carente de capacidad de liderazgo que esta tarea le exigía. Para muestra, ahí está el arco del Bicentenario en etapa de construcción que difícilmente se ve que pueda ser terminado con la grandiosidad que presentaba en los planos y competir dignamente con el Ángel de la Independencia.

Estamos tan acostumbrados a dejar pasar las oportunidades que se nos presentan que ni cuenta nos damos que ya las perdimos. Han oído o leído algo remotamente relacionado o parecido con historia, con esa historia de México y sus mexicanos ilustres y de los mexicanos villanos y de todos nosotros, beneficiarios o victimas de todos los acontecimientos por los que hemos transitado. ¿Sí? Extraordinario. ¿No? Ordinario, (adj. común, regular y que sucede habitualmente)

Si de historia se trata algo se hizo. Se distribuyó a nivel nacional con la intención de llegar a todas las casas mexicanas un librito de 65 páginas, Viaje Por La Historia De México del historiador Luis González y González. Me encantó y lo integré a mi biblioteca. La breve introducción de cada capítulo en la cual descubres los hechos que dan significado a esa parte de la historia ahí narrada y acompañado por siete mini reseñas o biografías, de los buenos y los malos, sin distingos, que el historiador consideró claves para ese momento, representa para mí el reconocimiento de la existencia de una historia que históricamente nos ha sido negada, claro que la historia narra casi siempre la versión del ganador y súmenle a esto el color con que el historiador que leemos la ve, para finalmente quedarnos en la baba, ni sí ni no antes todo lo contrario ¿a poco no?. Si ya se reconoció esta falla por que en estos tres años no nos bombardearon con representaciones, películas, documentales, libros, folletos, videos, internet, y cualquier otra manifestación que pueda ocurrírseles. Qué bien nos hubiera caído un baño de historia, con esa historia llena de aconteceres y culturas provenientes de todos los continentes y que aquí se amalgamaron. Esa que debemos conocer. Somos mexicanos y muchas veces nos sentimos denigrados, no queremos reconocer el pasado que nos han endilgado por años en automático, dejemos de pelearnos con el pasado, identifiquémonos con él, seamos lo que debemos ser, hablemos de nuestro origen con conocimiento y con orgullo, sin patrioterismos, seamos orgullosamente mexicanos.

Si los festejos llegan limitados por la falta de visión de quien nos gobierna o por las razones que sean, nosotros aprovechemos este Bicentenario para darnos a la tarea de conocer bien a bien nuestras raíces, que son maravillosas, que más de un vecino cercano o lejano nos reconocen y nos envidian.

Tenemos mucho México, seamos dignos de este México nuestro, tenemos mucho que hacer

Y a otra cosa mariposa.

Y ya lo saben, todo lo que aquí atrás expreso es mi simple percepción, la de un ciudadano común pobremente informado hasta donde los medios han querido, o podido, sumado a lo que se lee por aquí o por allá y al intercambio verbal y escrito de opiniones con los amigos. Aun así me responsabilizo de la verdad o ingenuidad de lo aquí escrito.

Así de simple, ¿o no?

Eduardo

(Eduardo Gama Barletti)

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