1 ¿Sueños Guajiros? ¡Soñar no cuesta nada!

Escrito por cavilaciones el 17 mayo, 2010

PAN PRI 217 de julio de 2010

¿Sueños guajiros? ¡Soñar no cuesta nada!

Ya paso el tercer año de gobierno del presidente Calderón. Los cambios en su gabinete están siendo calificados por todos los medios, casi todos, como una demostración más de la debilidad con la que este gobierno ha caminado, debilidad manifiesta por la calidad de los resultados obtenidos.

No estoy totalmente de acuerdo; tratándose de un gobierno que nació maniatado por el entorno político que lo rodea, entorno construido por el PRI a través de 70 años de su imperio sexenal, algo se está logrando en apenas nueve años de una democracia todavía en pañales. Fox a punta de bota vaquera, patadas por aquí o por allá, sólo logró que su gobierno más que de transición sólo fuera de paso y él muy a su modo lo dejó pasar. Mucho más cómodo que enfrentarse a la realidad que tenía al alcance de sus bigotes, su bocota y la tremenda incapacidad para gobernar.

El otro día leí que teníamos una selección de futbol bipolar: con mucha facilidad pasa de lo maravilloso a lo desastroso. Y que nuestro México también es bipolar ya que cada sexenio pasamos fácilmente de la esperanza plena al fracaso rotundo. Yo agregaría que estos extremos ya no son sexenales, cada vez los ciclos son más cortos.

La envidia me invade cuando leo sobre la democracia española y la chilena. Lo que en alrededor de 20 años han logrado: en civilidad, en progreso económico, en niveles educativos, es de apreciarse. Se trata de dos países que pasaron por dictaduras militares, Franco y Pinochet, implacables y que, saliendo de ese yugo, por voluntad de los mismos dictadores, se dedicaron a trabajar y a salir adelante. Dos pueblos que hicieron a un lado los rencores y se dedicaron, sin importar el color de su estandarte político, a trabajar por su país. Y ahí están los resultados.

Nosotros tras una catastrófica Guerra de Independencia, cien años de conflagraciones y refriegas “quítate que a mí me toca” y después la sangrienta revolución —para quitar al disque tirano, Porfirio Díaz— coronada con la Cristiada, sólo nos dedicamos a bandear en pos de los ideales particulares de los grupos políticos que surgieron en esas guerras invasoras y civiles. Después de esas luchas fratricidas nos dedicamos a enterrar lo alcanzado por los desplazados y empezar de cero. Si vemos bien: todos los gobernantes que tuvimos en el siglo pasado también se dedicaron a lo mismo: “nada sirve, lo que yo traigo es nuevo y progresista”. Y total a inventar el hilo negro, algo en lo que nos hemos convertido en especialistas. De estos cien años hay que reconocer a Don Benito Juárez que metió orden y a Porfirio Díaz que encaminó al país para salir de la ruina y lo modernizó, con su muy particular estilo de gobernar.

Por eso envidio a España y Chile. Aprovecharon todo lo creado en la época de la tiranía. Lo pulieron y lo proyectaron para aprovecharlo como fundamento de su progreso. Esos dos tiranos casi perennes a lo mejor no fueron tan malos. Dejaron una clase media preparada, trabajadora, consciente de sus alcances y de las dramáticas limitaciones políticas impuestas por su tiranía. Así, cuando se presentó la oportunidad ni tardos ni perezosos iniciaron el cambio. Instalaron la democracia, trabajaron por ella, la aprovecharon y progresaron. No hubo dudas de lo que había que hacer, no bandearon, no surgieron los profetas bananeros y tropicales que aquejan a toda la América latina, incluyéndonos nosotros. Y estoy convencido de que si hubieran aparecido los hubieran desechado.

En este pobre país —perdóname México por pobrearte— también estuvimos plagados de tiranos sexenales con los cuales era muy fácil hacerse rico, espantosamente rico, si teníamos la suerte de estar cerca de él o de cualquiera de sus lambiscones merodeadores. De lo contrario era necesario intentar quedar bien apañado ya que si en esta no se me hace “para la próxima ya tengo un cuate bien apalancado y con mucho chance”. Acuérdense de Echeverría, llegó para destruir bien apoyado por toda la raza priista, al grito de no estamos aquí para valorar a nadie solo hay que ponerse listo para el hueso, “¡arriba y adelante!”. En vez de dedicarse a consolidar una clase media preparada y progresista heredada del sexenio anterior se dedicó a disminuirla, a explotarla. Y nosotros lo permitimos.

***

Con el presidente Díaz Ordaz la clase media nos estábamos consolidando. El famoso crecimiento sostenido, con todas sus deficiencias, funcionaba y estaba dando resultados. Lástima del trágico 68 que trajo tanta incertidumbre. Lástima que no se haya aprovechado esa inquietud que manaba a borbotones de todos los sectores sociales. Ese fue el momento preciso, sin necesidad de padecer una dictadura previa, en el que se hubiera podido iniciar una auténtica democracia mexicana, probablemente con un montón de problemas y divergencias, pero era una excelente oportunidad que se tiró por la borda, faltó inteligencia, faltó sentido común, los privilegios engendrados fueron muy pesados e inclinaron la balanza hacia donde todos sabemos. Faltó el héroe que se lanzara a favor de la posibilidad de cambiar la proyección de nuestro México.

Sin embargo, no faltó el barbaján en funciones de secretario de gobernación. Un secretario con grandes posibilidades de ser el dedazo para el siguiente sexenio. Este barbaján se lanzó de lleno contra aquello que, de convertirse en realidad, en una democracia rampante, consiente que, si fructificaba, daría al traste con sus pretensiones presidenciales. En una votación democrática en toda forma don Luis definitivamente hubiera perdido, solo los simpatizantes del PRI hubieran votado por él, todos los demás, la inmensa mayoría, hubiéramos elegido mejor y la continuidad del PRI se hubiera esfumado.

Ahora al tiempo, “sueños guajiros”, pienso que si Díaz Ordaz se pone necio y con el pretexto de salvar al país de aquella vociferante turba de facciosos que lo acosaban —“quien sabe de donde surgieron si todo lo tenemos bien controlado”— seguro hubiera contado con un montón de aplaudidores satisfechos de que la paz se restableciera en el redil y que se hubiera plantado otros doce años (imagínense: con Echeverría y López Portillo al margen nos hubiéramos librado de todas sus atrocidades) con el crecimiento sostenido de su dictadura es seguro que hubiera surgido una clase media preparada y poderosa, un país con muchas posibilidades. Sin la docena trágica, Eche más Jolopo, y con esa clase media preparada y en crecimiento este sería otro país. El uso y el abuso del “hubiera” es a propósito, todos sabemos que el hubiera no existe. Otra vez: ¡lástima!

Pero, queridos amigos, echen a volar su imaginación. Pienso y repienso que en estos momentos estaríamos en un país democráticamente consolidado compitiendo con el primer mundo en lugar de estar viviendo con el alma en un hilo.

Así de simple, ¿o no?

Eduardo

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