2 ¿Estamos en Guerra? ¡La cantidad de muertos dice que sí!

Escrito por cavilaciones el 23 julio, 2010

23 de julio de 2010

¿Estamos en Guerra? ¡La cantidad de muertos dice que sí!

Claro que estamos en guerra. Las mejores noticias que podemos leer, oír o ver son que hubo dos que tres muertos, ahora ya son de diez para arriba. O cazados como venados en cualquier carretera o acorralados en una casa o salón festejando algo. Ya no son muertos que podamos atribuir a venganzas entre carteles. Ya se incluye a familias completas con todo y niños. Decenas de adolescentes caen acribillados a balazos de armas de fuego de alto poder, vamos, que ni el ejército tiene. Ya hasta bombas usan. Grupos de sicarios que se mueven sospechosamente sobre todo por la noche, en vehículos estratégicos y a veces en caravana, todos de último modelo, sin que nadie se percate. Mucho menos las autoridades de alrededor lo que mueve a sospechar de los encargados de la seguridad de la localidad, del estado, del país.

Esta ola de violencia ya tiene la dimensión de tsunami y está a punto de arrasarnos a todos. Díganme quien de ustedes sale a la calle para ir a un restaurante a cenar, quien va al cine, al teatro, a visitar un pariente. Sólo aquellos que por necesidad de trabajo tengan que hacerlo. ¿Quién más?

Lo lamentable de todos estos hechos, por mucho que nos digan que solo está sucediendo entre los clanes de las drogas, que son venganzas de reacomodo de poderes por el daño que les están haciendo las autoridades, es que ya no creemos en nadie, ni en el bendito. Ya dudamos hasta de nuestros vecinos y seguramente ellos de nosotros. La confianza y la tranquilidad se han ido por el caño, así como las avalanchas de lodo y piedra que últimamente han asolado varias comunidades del país. Pero de esto último tenemos la certeza de que terminando la época de lluvias las aguas vuelven a su cauce natural y sólo nos queda limpiar el chiquero que dejan. De lo otro ya nos estamos acostumbrando a vivir con ello. De acontecimiento extraordinario que de vez en cuando nos enterábamos han pasado a hechos cotidianos con los cuales nos despertamos a diario. Lo malo es que lo cotidiano se vuelve normal, ya no nos asombra, peligroso para nuestro presente y futuro, para nuestra salud mental y con el alto riesgo que cualquiera de esos acontecimientos normales perjudique nuestra salud física, o la de alguien cercano a nosotros, más allá de lo recuperable.

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Las autoridades del país han sido rebasadas. Las policías municipales, estatales, ministeriales, federales, o como se llamen, son insuficientes e incapaces para controlar este tumor que día a día crece y nos demuestra que es maligno. Las autoridades sin capacidad de investigación actúan, según se deduce de las noticias, por acto reflejo. Cuando las noticias de ocho columnas hacen mención del allanamiento de un domicilio donde se incauta quien sabe cuántos kilos de drogas, miles de dólares en efectivo, toneladas de mercancía de contrabando o productos piratas, estos sí de fabricación nacional, dejan la cereza del pastel para el final. Ya como burla informan que nadie fue apresado, que alguien dio el pitazo. ¿Qué no se trataba de una acción secreta y planeada por los altos mandos policiacos y de inteligencia? Nuevamente mueve a sospechar no de alguien, de todos ellos.

Por muchos años a los carteles de la droga se les dejó hacer. Nuestros excelsos gobernantes al grito de “Tu déjame trabajar yo te dejo actuar” hicieron su pobre labor sexenal. ¿Connivencia o confabulación? En estos tiempos la confabulación me parece más exacta a la vista de la vista gorda de muchos que están por ahí con la orden de proteger a los ciudadanos y que como experimentadas avestruces esconden la cabeza sin preocuparse de mostrar su enorme cuerpo. Al fin que a ellos no les pasa nada. Pero llegó Calderón como toro de Pamplona embistiendo de frente, pasando entre una valla de público, todo lo que huela a droga y corrupción coludida. Y nosotros pueblo, muy entusiasta al principio y a estas alturas horrorizado, medio muerto de miedo. Muchos muertos, demasiados muertos los que esta guerra está arrojando.

Las avestruces están aterrorizadas, las venganzas de los clanes de la droga, unos contra otros, a ciegas si es necesario, están alcanzando a muchos metidos en el negocio, algunos aparentemente víctimas inocentes —me refiero a los funcionaros involucrados o no— y lamentablemente ejecutados sin que las investigaciones “hasta las últimas consecuencias” lleguen a algún resultado esclarecedor. Y otros han sido víctimas reales de toda esta parafernalia de violencia que estamos sufriendo. Todos los policías que tenemos han demostrado su limitada capacidad ya sea por la improvisación por la que llegaron a su puesto o por temor a ser los próximos en ser descubiertos en una cajuela o en una cuneta, o que al estilo romano su cabeza sea entregada a quien sabe quién como muestra de misión cumplida. La única policía profesional que tenemos de reciente creación cuenta con pocos elementos para el tamaño de las organizaciones que tienen que enfrentar. Y me pongo en su pellejo, el miedo debe atenazarlos, que difícil momento escogieron para ser policías honestos.

Me imagino a Calderón cuando decidió enfrentarse con esta calaña que ha invadido México a ciencia y paciencia de los gobiernos del PRI y del PAN, don Fox se hizo el loco, haciendo el recuento de los múltiples cuerpos policiacos regados por toda la geografía nacional y llegando a la triste conclusión: “con estos mejor nos quedamos como estamos”

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Qué bueno que Calderón tuvo el valor de usar al ejército, probablemente su única posibilidad de contar con alguien con un alto porcentaje de honestidad y confiabilidad para las metas que se había fijado. Seguramente por la mala o amañada calidad de la información que le ofrecieron los cuerpos policiales del país pensó en una campaña corta y expedita. Pero ni corta ni expedita, está resultando como la medusa, le cortas una cabeza y le sale no solo una nueva, dos o más.

Calderón se enfrentó con la crítica de mandar al ejército y a la marina a la calle a realizar actividades policiales, apañadas a los cuerpos policiacos, actividad por la que seguramente se sienten denigrados, pero demostrando reconocer el mando supremo ahí están sin chistar, el deber es el deber. Apoyar a los cuerpos ya existentes en su labor era la finalidad, pero estos muy hábiles se zafaron, ya había quien asumiera su responsabilidad y a quien echarle la culpa de las fallas. El tiempo le ha dado la razón al presidente, la presencia del ejército en la calle era una necesidad urgente. Sin embargo, yo creo que los logros del ejército son magros. Por temor a las críticas lo han dejado maniatado sin hacer lo que realmente saber hacer, para lo que han sido entrenados. Están denigrantemente arrimados a los cuerpos policiacos con el riesgo de contaminación que esto representa.

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Presidente Calderón, confíe en ellos, son fuerza preparada, con enorme movilidad y armamento y con un alto sentido del deber cuando es necesario arriesgar hasta la vida y a través de los años han demostrado que están del lado de la legalidad y que lo reconocen a usted, como presidente de México y su Comandante Supremo. Déjelos salir a campo abierto, a la sierra, allá donde pululan a ciencia y paciencia de la autoridad correspondiente, allá donde se refugian todos estos asesinos. Donde las reglas son disparar antes que el otro me mate, conste que no digo que los ejecuten. Apresarlos cuando se pueda y cuando se dejen. En ese plan los resultados serían otros. Los reportes de facciones atrapadas, de cosechas incineradas, de laboratorios destruidos, de pistas de aterrizaje inutilizadas, serían diarios.

Aun así, la opinión pública generalizada es que el lugar de las fuerzas armadas son los cuarteles para evitar que cometan desmanes, atrocidades, escudados en sus uniformes y en la misión que les haya sido asignada. Me pregunto si esas atrocidades serían más graves que las atrocidades perpetradas por el crimen organizado y que nos horrorizan todos los días. Sinceramente no lo creo. Además, estoy convencido que el ejército y el gobierno que nos sirven a nosotros, pueblo, cuentan con las estructuras legales para controlar los excesos que estas acciones puedan acarrear. No lo podemos evitar, siempre habrá un “se los dije” pero la verdad es que actualmente todos los días leemos u oímos un sin número de “se los dije”

El presidente electo de Colombia, que sustituirá a Uribe, en cuyo gobierno fue ministro de defensa se lanzó con todo contra el narco —verdad es que recibió una campaña que ya tenía varios años de operar— logrando un control casi completo de esta lacra en su país. Lucha que como presidente seguramente continuará y llevará hasta las últimas consecuencias. Parece que allá esta frase si tiene consecuencias. Presidente Calderón sería bueno que su colega lo asesore, aunque sea por debajo de la mesa para que usted se cuelgue las medallas si llegara el caso.

Híjole, que locura me acabo de aventar, pero piénsenle si por el camino que actualmente caminamos en la persecución de los carteles llegaremos pronto a controlarlos o se alargará eternamente. Con el ejército y la armada en lo que saben hacer no dudo que habrá muchas bajas injustas, pero ¿serán más de las que ya tenemos? Esta fuerza de acción rápida combinada con los policías en su acción policial los resultados podrían ser otros. Probablemente igual de criticados que los que actualmente se obtienen, pero con una perspectiva mucho más amplia, la de cubrir todo el país, no solo las zonas urbanas.

Todo lo que aquí atrás expreso es mi simple percepción, la de un ciudadano común pobremente informado hasta donde los medios han querido, o podido, sumado a lo que se lee por aquí o por allá y al intercambio verbal y escrito de opiniones con los amigos. Aun así, me responsabilizo de la verdad o ingenuidad de lo aquí escrito.

Así de simple, ¿o no?

Eduardo

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