30 ¡La Eterna Sed de la Ciudad de México!
Escrito por cavilaciones el 7 septiembre, 2011¡La Eterna Sed de la Ciudad de México!
Cuando esa banda de 250 españoles respaldados por quien sabe cuántos miles de tlaxcaltecas y otros nativos avistaron la gran metrópoli de Tenochtitlán desde lo alto del ahora Paso de Cortés, entre el Popo y el Ixta, se les cayó la quijada, les chorreó la baba. A los más viajados de ellos les asombró el tamaño y la pulcritud de esa majestuosa urbe emergiendo en medio de un lago dividida por un sinnúmero de canales ligados a las calzadas que comunicaban a la ciudad con tierra firme. Los que saben de esto estiman la población de esos días entre 200 y 250 mil habitantes viviendo en cuatro barrios, 4 veces la población de aquel Londres donde Enrique VIII se divertía buscando la reina que le cuadrara. Cortés le escribió a Carlos V de los Habsburgo (tío muy lejano de nuestro Maximiliano de Austria) de los hermosas avenidas y los canales, de los templos dedicados a sus dioses, del palacio del emperador, de las asombrosas residencias de los señores de la corte que lo rodeaba, de los sacerdotes, de sus organización social y de la gran cantidad de calpullis (grupos de casas, barrios) llenos de viviendas de la gente del pueblo. De las extraordinarias chinampas agrícolas que abastecían a la ciudad de maíz, verduras, legumbres y frutas. En el mercado de la plaza central la vida comercial era intensa y concurrían alrededor de 25,000 personas al trueque de mercancías o la compra usando cacao, hachas de cobre o capas tejidas como unidades de valor. De las extraordinarias obras hidráulicas como el muro construido para dividir los lagos de agua dulce de los de agua salobre, los diques que controlaban el flujo entre los cinco lagos para evitar inundaciones, la conducción de agua potable desde las orillas hasta la Gran Tenochtitlan en el mismo centro del lago de Texcoco. Díganme si no era para asombrarse.
Ciudad rodeada de agua donde las inundaciones eran el pan de cada día y empavorecía a los gobernantes y sus gobernados pero abastecer del líquido potable vital para la subsistencia de una ciudad de estas dimensiones era todo un reto, reto que los aztecas habían resuelto con gran habilidad y conocimientos de ingeniería civil e hidráulica. De los acueductos construidos en la época prehispánica destaca el de Ahuízotl que traía agua dulce desde «Huitzilopochco» (Churubusco) y otro que bajaba desde el Cerro del Chapulín (Chapultepec). Esta ruta fue aprovechada en el virreinato para construir el acueducto que abastecía a la Ciudad de México desde el mismo Chapultepec pero extendiéndose hasta Santa Fe y luego a Cuajimalpa. Sobre avenida Chapultepec todavía vemos unos pocos arcos de aquellos y como remate la hermosa fuente del Salto del Agua en la Avenida Arcos de Belén donde se derramaba el agua para deleite de los citadinos. Esta fuente no es tan vieja, apenas en 1779 el Virrey Antonio de Bucareli y Ursúa mando construirla.
Para 1381 la demanda de agua potable en la creciente Tenochtitlán era enorme. El tatloani-tenochca, Chimalpopoca, le pide a su abuelo Tezozómoc, tlatoani de Azacapotzalco, permiso para usar las aguas de los manantiales del Cerro del Chapulín. Por el norte sobre la calzada de la Verónica (Circuito Interior) hasta la calzada de Tacuba dando vuelta hacia el oriente para por ahí entrar a la Gran Tenochtitlan. El acueducto construido de carrizo y lodo de barro y caños de barro cocido para la conducción del agua no soportó la poderosa avenida del líquido, lo rebasa, lo destruye y de pilón inunda la ciudad. Algunos dicen que por este desastre se castiga a Chimalpopoca con la muerte, otros que los Tepanecas enemigos acérrimos de los mexicas enfurecidos por el permiso dado para que ese acueducto cruzara por su territorio, lo envenenan; otros dicen que junto con su hijo Tehuetlehuae muere en prisión. Ve tú a saber. Pero la necesidad urgente de tener agua manda y Moctezuma I (El Viejo), en 1465, inicia la construcción del nuevo acueducto. Para corregir errores solicitan la ayuda de Texcoco donde manda Nezahualcóyotl. Ellos tenían ingenieros capaces y conocedores del asunto y, por estar en tierra firme, contaban con los materiales pétreos necesarios que en el mundo de agua de los mexicas no existían. Trece años se tardan estos contratistas texcocanos en terminar la primera obra pública que se realizó en Tenochtitlan-México. Las aguas que manan de los manantiales de Chapultepec saciaban la sed de los mexicas y que también las consideraban místicas al grado que: “Entonces luego iban a bañarse allá a Chapultepec así se liberaban de todas sus faltas” (Códice Florentino).
No se trata de un acueducto elevado, de arcos, como los que conocemos de los novohispanos y que lo aprendieron de los romanos. En tierra firme era subterráneo y en la zona lacustre elevaron unos promontorios con una zanja en la parte alta protegida por paredes de piedra. Dos tubos de barro cocido de unos 50 centímetros de diámetro corrían por dentro de la zanja. Tener dos tubos permitía realizar trabajos de mantenimiento sin que se quedara la ciudad de agua. Así lo escribió Hernán Cortés a Carlos V, Rey de España en sus Cartas de Relación. En la guerra de conquista Cortés cierra las calzadas y los canales y corta los acueductos para que el hambre y la sed le ayudaran a vencer a los mexicas. Tomada la ciudad de inmediato los acueductos y el sistema hidráulico ideado por los indígenas es reconstruido llevando nuevamente agua hasta una fuente a un costado de la Alameda. De aquí una red subterránea de tubos de cerámica la llevaba a otras plazas y a algunas casas importantes, a conventos y edificios del gobierno. Este sistema pudo ser estudiado gracias a los descubrimientos durante la construcción de la línea 2 del metro que se inauguro en 1970 en el tramo Pino Suárez-Tacuba y de Tacuba-4 Caminos en 1984.
La escasez de fuentes de agua potable para abastecer la creciente Ciudad de México obliga al Virrey Luis de Velasco, Conde de Santiago (gobierna de 1550 a 1564) a comprar los bosques y veneros de agua de Santa Fe que pertenecían al Obispado de Michoacán. En 1577 con la ratificación de los contratos de compraventa surge el Acueducto de Santa Fe. Este baja de la Sierra de Santa Cruz, cruza Tacubaya, pasa por el costado norponiente de Chapultepec y sigue la trayectoria de lo que fuera el Acueducto de Chapultepec construido con arquería y piedra. Se aprovecharon sus aguas para alimentar el centro y norte de la ciudad. En 1575 otro Virrey, Martín Enríquez de Almansa, otorga el permiso para que una derivación del acueducto de Chapultepec corra por la avenida de San Juan (hoy Av. de Chapultepec). El gobierno apoya a los indígenas con cal y ellos aportan materiales y mano de obra, presente el mexicanísimo tequio. La obra se termina en siete años pero reparaciones (los acueductos subterráneo de tubos de cerámica eran rotos por los pobladores para extraer agua de uso y de riego lo cual ensuciaba los ductos y obligaba al mantenimiento permanente (¿les suena a ductos de PEMEX?). La construcción de ramales y de fuentes dilata la inauguración hasta 1650. Entre arreglitos y reparaciones mayores llega el año de 1711 y la obra esta tan llena de problemas que se crea la Comisaria Especializada en la Vigilancia y Cuidado del Acueducto y sus Fuentes. La Capital de la Nueva España crecía y necesitaba más agua, el problema seguía latente y explosivo. 160 años más tarde entre 1877 y 1910 la población de la Ciudad de México aumentó de 250 mil a más de 700 mil habitantes. El agua era una necesidad vital y se extraía de pozos que ya en 1886 eran 1000 y fueron el banderazo para el hundimiento del centro capitalino, asentado en lo que fue el lago. Ante esta perspectiva se volteo la cara hacia los manantiales de Xochimilco proyecto que se terminó en 1913. A pesar de la revolución este proyecto porfiriano de 1903 no se suspendió. En 1940, Ciudad de México tenía 1,7 millones de habitantes; las fábricas y los rascacielos empezaban a hacer su aparición complicando todo y de alguna manera habría que resolver los problemas.
Para la década de los cuarentas la extracción de agua de los mantos acuíferos subterráneos empezó a decaer. Se captan las aguas del Río Lerma y se encauzan hasta los tanques de almacenamiento y potabilización desde los que se inyecta al sistema de abastecimiento del DeFe. Esos tanques impresionantes atrás del Panteón de Dolores que conocemos como El Cárcamo decorado con murales de Diego Rivera y la fuente monumental de Tlaloc a un lado fueron inaugurados en 1951. En 1953 empezaron los problemas de abastecimiento desde el Río Lerma cuando los vecinos se dieron cuenta del tamaño del robo que habían sufrido a manos del gobierno federal, sus aguas ya no alcanzaban para servir a sus comunidades y lo que era peor tampoco resolvían el problema de los de allá arriba. En 1976 el abasto de agua requería de imaginación y sin sobrarles mucha de esta materia los ingenieros se lanzaron sobre la cuenca del Río Cutzamala. Se creó “Sistema Cutzamala”, plan hidráulico con mucha ciencia, para pobremente aumentar los metros cúbicos de agua que el dantesco tsunami poblacional e industrial del DeFe y área metropolitana demandaba. Obra civil de enorme proporción y de reconocimiento mundial que comprende el bombeo de agua desde Michoacán, atravesar el estado de México, subirla ¡1100 metros! de 1600 hasta 2700 metros sobre el nivel del mar, almacenarla y potabilizarla y desde ahí surtir por gravedad a la sedienta cuenca. No crean que los de acá arriba están de brazos cruzados, están buscando agua a 1000 o más metros de profundidad con el pequeño problema que lo que se obtenga serán aguas con alto contenido de sales. Habrá que tratarlas con mucha lana para poder meterlas al sistema de agua potable de la Ciudad de México.
Paradójico que una cuenca natural como lo es el valle de México que cada año se atraganta de agua de lluvia que baja de los cerros y montañas que nos rodean y que, sumada a nuestras aguas negras, hay que sacarla a como dé lugar para no ahogarnos. Sacar las aguas y traer las aguas nos cuesta millonadas y esto ¡Amigos! es un contrasentido aquí y en donde quieran. ¿A poco no?
Un pariente mío presentó en Iniciativa México un proyecto que se llama “Agua abundante y barata para el D. F. y Área Metropolitana”. El plan es sencillo: rescatar toda el agua que nos cae gratis del cielo en una represa que la contenga dentro de los páramos del antiguo Lago de Texcoco con los drenes adecuados para desahogo de las demasías, habría que tunelear cerros para sacarla, que se mandarían a las zonas áridas de Tlaxcala e Hidalgo; ¿llegar hasta allá? ¿porqué no? en 1604 Enrico Martínez o Henry Martin (¿novohispano, holandés, francés, español?) propuso sacar el agua de la cuenca llevándola al norte construyendo el canal de Huehuetoca y terminar cruzando el muro de Nochistongo por un túnel de 7 km para descargar las aguas en el Río Tula y desembocar en el lago de Zumpango. En 1607 llega el alemán Adrian Boot (enviado por Felipe III) para auxiliarlo en lo que termina siendo una obra imperfecta e inconclusa, ¡lástima!
Con este proyecto es cierto que se afectarían muchas poblaciones, habría que moverlas hacia zonas elevadas a la orilla de ese “Nuevo Texcoco”, zonas que la abundancia de agua permitiría forestar creando bosques como aquel que surtía de agua a la Gran Tenochtitlán, Chapultepec. También es cierto que mucha infraestructura quedaría sumergida, habrá empresas que tendrán que reubicarse y los periodicazos y gritos de los medios no nos los acabaríamos; peros y peros y más peros van a surgir en el desarrollo de los estudios correspondientes. Esto requiere mucho valor del gobierno, mucha lana para hacer la investigación de donde desarrollar esa enorme represa, por su longitud no por su altura, y mucha lana para su construcción para aprovechar esa zona árida que en cualquier Guía Roji destaca al poniente del aeropuerto AICM hasta la antigua carretera México Puebla. Hagan cuentas de lo que actualmente se gasta por las aguas y seguro a la larga resultará redituable, en lo económico y ecológico saldríamos ganando.
Esta Ciudad con prosapia, ya vieja que merece buen trato, con un crecimiento sin planeación incontenible e insostenible, creadora de riqueza y de enormes miserias, punto de referencia y comparación negativa y positiva alrededor de todo el mundo, corre el riesgo de fenecer por la carencia de agua potable, por los ríos de aguas negras producto natural de su universo de seres vivos y que junto con las pluviales de alguna manera hay que sacarlas de este hoyo inmenso que es nuestro valle-cuenca de México (cada año nos dicen que el problema ya está resuelto sin estarlo). El cambio climático ineludible, nada mas vean el Popo y el Izta sin sus copetes blancos, pozos cada día más secos, más profundos, secar el subsuelo y seguir hundiendo la Ciudad día con día lo que aumenta el riesgo de inundación, traer el agua de lejos a costos muy elevados nos pone en situación crítica. Escenario macabro el que nos depara el futuro.
Somos constructores experimentados de presas y represas, desde el noroeste hasta el sureste, fabricamos varilla y cemento hasta para exportar, contamos con minas de arena y grava por todo el país y de postre la creación de un sinnúmero de empleos permanentes de todos los niveles. Usemos la balanza del sentido común. La abundancia de agua beneficiaría a la Ciudad y a toda la cuenca de México de por vida y son millones de personas las que habitamos esta zona. La construcción de una amplia y moderna zona urbana alrededor del “Nuevo Texcoco” quitaría la presión demográfica que hay sobre el DeFe dando oportunidad a replantear nuestra “vieja” Ciudad. Todos los desplazados del nuevo vaso de agua del “Nuevo Texcoco” se irían a esa nueva zona urbana a vivir, con mucho, en mejores condiciones que las que seguramente tienen actualmente. Cierto, miles de afectados temporales pero con una solución superior a mediano plazo. ¿Veinte años? ¿Son pocos? ¿Son muchos? Mismos años para que el desastre nos alcance o logremos la solución.
En “Artículos Amigos” de este BLOG encontraran la propuesta “Agua abundante y barata para el DeFe y Área Metropolitana” que el Ingeniero Agrónomo Espartaco Barletti Torres, por cierto mi Tío más querido; presentó a Iniciativa México. Se trata de una idea loca, no cabe duda, pero para el crecimiento demencial de esta ciudad a lo mejor lo que se necesita es una medida loca llena de lógica como esta.
Solo hay que recordarles a nuestros gobiernos lo que un ilustre filósofo banquetero y anónimo dijo: ¡Cómo no sabían que era imposible, lo hicieron!
Todo esto salió de rascarle por aquí, de picarle por allá y lo pongo a su disposición para que lo hagan trizas. Y ya saben que sus comentarios siempre serán bienvenidos.
Así de simple, ¿o no?
Eduardo
(Eduardo Gama Barletti)



La verdad le duele a los descendientes de españoles que casi siempre han ostentado el poder en México.Y que nunca pudieron reconstruir la ciudad desde que se rindieron mis paisanos al capturar a Cuauhtemoctzin